escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
-la virtud a los muertos
no niega ese favor-;
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!...----
Tus juramentos se han roto
y tu fama ya es muy frágil;
cuando escucho tu nombre
comparto su vergüenza.
Cuando te nombran delante de mí,
un toque lúgubre llega a mi oído
y un estremecimiento me sacude.
¿Por qué te quise tanto?
Aquellos que te conocen bien
no saben que te conocí:
Por mucho, mucho tiempo
habré de arrepentirme de ti
tan hondamente,
que no puedo expresarlo...
-Lord Byron
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